El pasado sábado falleció en París Aurora Bernárdez, traductora, compañera de Julio Cortázar, gran impulsora de la obra del argentino (de quien celebranos este año su centenario) en los años noventa con la reedición de varios de sus libros y el rescate de obras olvidadas y manuscritos perdidos.

Bernárdez, de origen gallego, conoció a Cortázar en Buenos Aires y se trasladó con él a París, donde ambos trabajarían para la Unesco. Su separación sentimental se produjo al final de los años sesenta, aunque ella volvería a acompañarlo entre 1982 y febrero de 1984, es decir, en los últimos meses de vida del escritor, enfermo de leucemia.

Tras la muerte de Cortázar, Aurora Bernárdez se convirtió en la albacea del legado intelectual del autor de Rayuela. Gracias a su trabajo vieron la luz varios volúmenes de cartas del escritor, algunos manuescritos perdidos y algunas obras prácticamente olvidadas.

Bernández participó el pasado año, junto a Mario Vargas Llosa, en el curso de verano «Cortázar y el boom latinoamericano», organizado por la Universidad Complutense de Madrid con la colaboración de la Cátedra Vargas Llosa (3 de julio de 2013).