Garcilaso de la Vega
Garcilaso de la Vega gozó de la fortuna reservada a pocos de encarnar tanto el modelo del cortesano renacentista, como el del poeta innovador, capaz de agavillar en su obra, breve pero de gran intensidad -«escribió mucho en poco», decía Herrera-, las novedades métricas y temáticas que acababan de desembarcar en la poesía española del Quinientos. La trascendencia de la empresa literaria del toledano fue pronto advertida por sus primeros comentaristas, Francisco Sánchez de las Brozas (1574), que sacó a la luz las fuentes del poeta, y Fernando de Herrera (1580), quien ofreció una luminosa lectura de la poesía del toledano, sobrepasando con creces su mera anotación. Lo que sorprendía a los primeros lectores de Garcilaso era sobre todo la naturalidad con que adoptó como suyos los metros italianos, y la facilidad con que fue capaz de reverdecer los lugares comunes fijados por la tradición grecolatina, e imitados con éxito por los grandes poetas del renacimiento italiano